Me gustaría continuar con el tema de la nota de ayer sobre que debemos aceptar lo que sentimos para poder manejarlo. Ya que me parece tremendamente importante ofrecer una alternativa a la negación.
Cuando negamos que estamos sintiendo algo (y me refiero a cuando no queremos aceptar ciertos gustos, tendencias, preferencias), se suele deber a que consideramos que ese sentimiento no es legítimo. Es decir, que consideramos que no deberíamos estar sintiendo eso, ya sea porque nos han convencido de que no es correcto o porque entra en conflicto con otro sentimiento.
Los enfrentamientos entre el debo y el quiero serían:
Quiero/no quiero/debo/no debo: hacer la cama, tener pareja, vivir solo, tener hijos, obtener una promoción, trabajar más, trabajar menos, cambiar de casa, buscar otro trabajo, pintar la habitación, salir de vacaciones, contentar a mi pareja, mostrarme serio, ser egoísta, ceder, regalar, pedir, etc, etc, etc…
Porque “sé” que es lo correcto o no lo es, o debería o no debería, pero es lo normal o lo normal es que no, o soy rara/o por quererlo o si lo hago estará mal o no debería ser mi preferencia, bla, bla, bla…
Aceptar este tipo de cosas nos suele dejar en la difícil situación de enfrentarnos a nosotros mismos y tener que tomar una decisión contra nuestra persona, ya sea la parte racional o la emocional. Creo que éste es el motivo por el cual negamos la existencia de este tipo de sentimientos.
Es como si tuviéramos la sensación de abrir la caja de Pandora cuando asumimos que lo que hay es lo que hay, aunque no nos guste. Por ese motivo me gustaría dar una pista sobre lo que podría ser el siguiente paso una vez abierta la caja, para que así no tengamos tanto miedo a abrirla.
Cada persona es un mundo y no existen dos situaciones iguales, por lo tanto no existe la solución a todas las situaciones. Aun así, basándome en mi experiencia, creo que existen dos formas principales de enfrentarse a esta situación.
La primera es el análisis y síntesis de la motivación. Se trata de averiguar qué nos ofrecería satisfacer esta demanda interna, averiguar cuál es el más atómico de los sentimientos (o emoción) que se vería satisfecho si cumpliéramos nuestro deseo. Desde ahí podríamos trabajar para ver cómo satisfacerlo de otra manera. No puedo evitar en este momento volver a repetir algo en lo que insisto mucho y es que no podremos llegar a averiguar qué se quiere satisfacer con esta preferencia que negamos si no nos permitimos aceptar que está ahí y la observamos desde la objetividad.
Un ejemplo de esto que acabo de decir sería la persona que niega querer comprarse un coche porque piensa que no tiene derecho a quererlo.
Espero que disculpéis este ejemplo tan banal, intento que sea lo más genérico posible. Animo a cada cual a sustituir el concepto de coche por un aspecto laboral, personal, familiar que considere apropiado, como los que he mencionado antes.
La situación de esta persona que va por la calle viendo coches, tratando de negar que quiere uno, puede desembocar en un conflicto duradero y un malestar cuyo origen no llegue a reconocer, porque no asocia el mal humor con su pareja con el hecho de estar luchando contra su interés “no legítimo” de comprarse un coche. Sin embargo, si aceptara de cara la realidad de que le gustaría tener uno, es posible que se permitiera descubrir para qué lo quiere. Es posible (e insisto en que cada persona y situación son distintos) que descubra que lo quiere para tener libertad de movimientos porque se siente esclavo de sus rutinas. Tal vez así sea capaz de encontrar otra forma de satisfacer esta necesidad, gracias a aceptar que quería lo que quería aunque no comprendiera los motivos.
La otra posibilidad de enfrentarse a la apertura de la caja de Pandora sería interiorizar el hecho de que una cosa son las motivaciones y otra muy distinta, los comportamientos. A veces confundimos esto, e intentamos luchar contra un comportamiento propio que no nos gusta, ocultando la existencia de la motivación que hay detrás.
Si volvemos al ejemplo del coche, es posible que esta persona quiera dejar de mirar concesionarios por qué siente (o porque sabe) que la opción del coche es inviable. Aquí habría que recordarle que no es lo mismo trabajar para dejar de lado un comportamiento que negar, de forma absurda, la existencia del interés en el coche. Es decir, puede trabajar en dejar de alimentar la emoción. Para lo cual debe empezar por aceptarla y dejar de gastar energía en juzgarse a intentar ocultarla. Así podrá emplear esa energía en buscar otras cosas que hacer para no pensar en el coche (es decir, trabajar en el comportamiento).
En este proceso de aclaración y separación te puede ayudar tu coach.