Las relaciones humanas se pueden parecer mucho a la relación que se establece entre una persona y la tecnología.

Cuando crees que algo no funciona, ya se trate de un ordenador o de una persona… puedes enfadarte, considerar que está roto, que no hace lo que debería… puedes reintentar lo mismo una y otra vez, desesperarte, aguantar, resignarte… y echarle la culpa al aparato o la persona.

Sin embargo, es muy posible que el problema real sea que tú no sabes usarlo o que no atiendes a lo que te está intentando decir. Tal vez pensaste que con desembalarlo y encenderlo era suficiente. Un teclado, una pantalla y un ratón, no hace falta más. Como las personas… dos orejas y una boca, hablas y el otro escucha. Así de simple.

Las relaciones humanas son más complicadas, porque en ambos casos se sienten personas usando tecnología y creen que lo hacen mal o el otro no funciona.

El ordenador lo puede mirar un cuñado que sabe de esto (todos tenemos uno) y con dos teclas arregla lo que era fácil de arreglar. En las relaciones humanas no es tan sencillo.

Lo mejor que se puede hacer en este caso es permitir que el otro mire dentro de la carcasa y, como una almeja que abre su caparazón, permitirle ver lo que realmente hay.

Si no consigues que el ordenador o el GPS hagan lo que necesitas, puedes preguntar a alguien que sepa. Con las personas sucede lo mismo, puedes preguntar al que sabe, que es el otro y compartir con él lo que necesitas.

Si te sientes un móvil sofisticado en manos de un usuario torpe, puedes probar a explicarle lo que hay dentro y no ve, en vez de exigirle que sepa qué hacer.

Y para complicarlo más, resulta que las personas son tecnología sofisticada para sí mismas, de forma que no siempre nos comprendemos.

Las personas no funcionamos como creemos que deberíamos, sino como funcionamos, lo comprendamos o no.

¿Y ahora qué?

Si esto tiene sentido para ti, te animo a que trates de hablar más de lo que tienes dentro y a tratar de indagar sobre lo que hay dentro del otro. Habla, escucha y anima a hablar. Desde dentro.

Porque no eres un ordenador.


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