En este y próximos artículos voy a compartir algunos
capítulos del libro «Gotas de coaching» que publicaré algún día. 

En una misma situación, dos personas pueden estar sintiendo frío una y calor la otra. Un grupo de personas pueden estar viendo un espectáculo y a unos gustarles más que a otros. Ninguno de ellos es responsable de tener esa sensación de aburrimiento, diversión, frío o calor. De lo que sí son responsables es de lo que hacen, una vez comprendida la situación.

No eliges lo que sientes. Tu responsabilidad comienza cuando eliges qué hacer con lo que sientes.

Esto debería ser sencillo de aceptar, aun así, hay veces que nos cuesta admitir que lo que a nosotros nos agrada no le agrade el otro o que, si tú tienes frío, el otro no quiera abrigarse.

Con las emociones nos sucede lo mismo, y cosas aún peores. Debería ser sencillo aceptar que una persona tenga un sentimiento diferente ante una misma situación, pero no siempre es así. Esto puede generar intolerancia como la repulsa hacia las costumbres extranjeras, tal vez enfado con las personas con quienes convivimos o, incluso, el rechazo a nosotros mismos.

No aceptar lo que otro siente puede ser inapropiado, pero no aceptar lo que uno mismo siente, suele resultar tremendamente problemático. Muchas veces no nos damos cuenta de que estamos negando la realidad, con frecuencia veo en el discurso de las personas que no está aceptando lo que observan en ellos mismos, y quien habla no es consciente de sus emociones hasta que se observa desde la neutralidad. Ocultamos la evidencia de tal manera que no vemos ni nuestra propia maniobra de ocultación.

Salir a la calle un día de verano y sentir frío puede ser posible, y puede significar varias cosas. Negar que, en esa situación, estemos teniendo frío, sólo es una forma de hacer más complicado el proceso de solución de lo que podría ser un problema.

Nadie es responsable de lo que está sintiendo, porque no es una decisión. Las personas no son dueñas de aquello que, en un primer impulso, su mente interpreta y, tal vez, su cuerpo comunica. Miedo, asco, pena, alegría e indiferencia (por mostrar algunos ejemplos) son eventos reales y no conscientes. Para poder actuar, hay que aceptarlos (porque existen) y no sentirse culpables (pues no son parte de una decisión). A partir de ahí, la responsabilidad de cada uno versa sobre qué hacer.

No elijes sentir envidia al ver triunfar a un amigo o celos al ver a tu pareja hablando con otra persona, tu responsabilidad es decidir qué vas a hacer una vez aceptada la situación.

Es muy común que, ante una emoción no deseada, las personas lo nieguen y, en cierta forma, se nieguen a sí mismos. O se vean como culpables por estar sintiendo aquello, y se consideren inútiles para enfrentarse a ciertas situaciones. En esos casos, se encuentran ante un obstáculo que les resulta invisible y, por lo tanto, no tienen recursos para sortear.

Como la mosca que ignora la existencia de un cristal, las personas nos golpeamos una y otra vez ante la negación de lo que es. Y lo que sentimos está ahí, nos guste o no. Sólo aceptándolo podremos actuar conscientemente.

Tu responsabilidad es admitirlo y decidir. Desde la decisión es desde donde tomas el control de tu vida y pasas a ser responsable en vez de víctima.

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