Cuando encuentro algo que es tan obvio que no merece la pena ser explicado, es cuando me paro a pensar que igual debería cuestionármelo.

Interpreto que mi mente me está ordenando «no pienses más».

No siempre  me doy cuenta, pero cuando lo hago, es cuando quiero saber qué hay allí detrás. Quiero saber qué motivos tiene mi mente para llegar a la conclusión de que «es como debe ser» y quiero formar mi opinión con mis motivos conscientes.

Un ejemplo muy claro lo tengo cuando descubro que alguien «No tiene razón, y punto». Y esa afirmación viene acompañada de un sentimiento de enfado que, visto desde fuera, no tiene sentido.

Pero claro, hay que verlo desde fuera, porque para mi ¡Es evidente!

Cuando alguien «me saca de mis casillas» es que algo está pasando, algo está tocando. La última vez que me pasó algo así averigüé con cierto esfuerzo que me alteraba porque «igual tenía razón» y eso no podía ser, habría desmontado mi mundo. Me arriesgué y me permití pensar en ello, en escuchar lo que decía desde la apertura. Eso me permitió determinar en qué estábamos de acuerdo y en qué no y comprendí su punto de vista. Afortunadamente salí fortalecido.

Cuando me pongo nervioso porque algo “no necesitaría ser explicado” me paro, observo y me pregunto “¿Sería capaz de explicarlo?”

Este es parte del trabajo del coach. Detectar esos momentos en los que estás dando por hecho que algo que es tan evidente que no lo cuestionas. Ahí puede haber una limitación que te impide desarrollar el pensamiento por ese camino. No importa si la conclusión final es que aquello era cierto o falso. No se trata de cambiar de opinión. Lo importante es haber pensado en ello y descubierto cosas, (casi) siempre se descubren cosas cuando nos cuestionamos las certezas evidentes que no somos conscientes que estamos empleando.

Un ejemplo relativamente común es que alguien piense “Quiero dejar mi trabajo y debo decidir si me quedo o me voy. No hay más opciones.” …. O sí…  Suele haberlas. Y si piensas en ellas (incluso en las absurdas), es posible que llegues a conclusiones sorprendentes (y a veces sencillas) que no habías visto porque no te habías dejado explorar ese camino. Igual mantienes la opinión de que debes decidir si te vas a te quedas, pero has visto alternativas complementarias o nueva información que te puede ayudar. (Esto no es teoría, es absolutamente verídico)

El coach (al menos en el coaching que yo practico) te acompaña en esa conversación, sin saber a dónde te llevará, sin pensar en qué haría él, sin juzgar sobre lo que estás planteando, sin opinar.

Pero sin opinar de verdad. De corazón. Porque el coach ya sabe que su opinión no sirve, tiene la experiencia de que la solución o la opinión que tiene la genera desde su persona y su experiencia. Y el coaching se hace desde la experiencia de la persona, no del coach. Por lo tanto, no es sólo que el coach «no opine» es que realmente no tiene opinión (y si la tiene, la desecha desde el corazón para seguir conversando).

Te acompaña, sin más. Y de vez en cuando pregunta ¿Qué es eso? Y tú miras para descubrir algo que ninguno de los dos sabíais que estaba ahí.

Eso es Coaching Realista Centrado en la Persona.

2 comentarios

  1. Estoy totalmente de acuerdo, yo me he sentido así , pero he de reconocer que en algún momento me hubiera gustado que la compañía fuera mayor, quizá más porque te haces egoista que la necesidad propia en sí 🙂

  2. «Comernos el tarro», como Coaches sirve para que nos vayamos aclarando, y ser cada día más transparentes en nuestro acompañamiento al cliente.
    Gracias, Carlos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *