En el proceso de comunicación intervienen varios elementos. Está el lenguaje, el receptor, el contenido, etc.

Uno de los elementos más importantes es la interpretación. Ese momento en que el receptor del mensaje interpreta lo que la otra persona está diciendo. La interpretación es el producto de procesar la información recibida utilizando las herramientas disponibles y la realidad de cada uno. Cuando dos personas están hablando, o comunicándose de cualquier manera, el mensaje, el contenido, las palabras pueden ser interpretadas de muy distintas formas dependiendo de la realidad de la persona que recibe el mensaje.

Se estamos en las fiestas del pueblo y escuchamos un ruido fuerte podemos pensar que es un petardo que ha explotado. Si estamos esperando la puerta del cine a que acabe una película de acción y escuchamos el mismo ruido, es posible que pensemos que se trata de un disparo. Si estamos en casa tranquilamente este mismo sonido puede hacernos pensar en una explosión de gas.

Se puede decir que para que demos por correcto un mensaje necesitamos que éste tenga sentido para nosotros.

Si estamos en una reunión de trabajo y en mitad de una exposición sobre las cifras de negocio el ponente deja caer la frase “mandarinas tristes” es casi seguro que la mayoría de los asistentes digan no haber entendido esa frase (negando el cerebro haber oído “mandarinas tristes”) o encuentren una equivalencia fonética con un mensaje que para ellos tenga sentido en ese contexto.

Parte de esta interpretación se ve afectada por el hecho de conocer (o creer conocer) al emisor. Es decir, nos va a costar entender algo dicho por alguien si ese mensaje no tiene sentido viniendo de ese emisor. Por lo tanto es también posible, que adaptemos la interpretación de lo dicho para que tenga sentido dentro de lo que esperábamos escuchar.

En este sentido, resulta interesante realizar un ejercicio en el que cambiamos al emisor del mensaje para ver cómo cambia la interpretación del mismo.

Se trata de elegir a dos personas que juegan distintos papeles en nuestra vida. Si es posible, dos personas por las que sintamos cosas opuestas. Entonces elegimos distintas fases con mayor o menor carga positiva, negativa o neutra y probamos a poner las en boca de uno y de otro. Incluso estando exactamente en el mismo sitio y con el mismo contexto, es muy posible que tengan interpretaciones distintas.

Sería lo mismo que elegir un correo electrónico que nos resultase especialmente agradable o desagradable, y probar a cambiar el remitente.

Estos ejercicios nos ayudan a darnos cuenta de cómo, en la ecuación de interpretar el mensaje, la identificación y nuestra opinión sobre el emisor juegan un papel crucial.

Esto, llevado al día a día, se traduce en que algunas de las cosas que nos dicen ciertas personas, impactan en nosotros de una forma especialmente positiva o negativa porque le damos una interpretación especial al reconocer ciertas cualidades del emisor.

No me estoy refiriendo sólo a darle importancia al mensaje por el hecho de quien lo emite. Es evidente que sea lo que sea lo que nos diga la persona a la que más queremos, tendrá mucha más importancia que si nos lo dice un desconocido.

Me refiero más a que si alguien que nos cae mal nos hace un comentario relativamente neutro, lo normal es que lo consideremos negativo. Y si una persona por la que sentimos un especial cariño y creemos que este sentimiento es recíproco, hace un comentario igualmente neutro, es posible que le demos un toque positivo.

He sido testigo de frases que se han interpretado especialmente mal o bien porque la persona receptora esperaba escuchar algo en un sentido u otro gracias a que era plenamente consciente de quien estaba hablando.

Un simple “ahora no puedo”, se puede interpretar de muchas maneras dependiendo de quién lo esté diciendo.

En distintos momentos, he tenido la oportunidad de intervenir en disputas propias y ajenas, animando a alguno de los participantes a interpretar una frase específica imaginando que ha sido dicha exactamente en el mismo contexto, pero por otra persona.

Es algo evidente que no es lo mismo que ciertas cosas te las diga un jefe a quien apenas conoces, que si lo dice quien ha sido tu mejor amigo durante años.

Pero no hay que dejar de lado el hecho de que, de una forma menos intensa, pero más frecuente, esto sucede en nuestra comunicación diaria si darnos cuenta.

Una vez que hemos decidido que alguien nos cae mal es muy probable que interpretemos de forma negativa algunas cosas que inicialmente no tendrían por qué serlo.

Cuando hemos encasillado a la persona dentro de alguna categoría, lo normal es que consideremos que cuando hablamos con esta persona lo estamos haciendo con alguien que está encasillado en esa categoría y por lo tanto lo que nos diga está siendo dicho desde esa posición.

Un comentario del estilo “ahora no puedo” dicho por alguien a quien consideramos un vago, casi seguro que será interpretado como otro acto de vagancia. Esto no sucederá si nos lo dice alguien a quien consideramos un gran trabajador.

De esta forma estamos alimentando que las personas permanezcan dentro de su casilla y complicamos la difícil tarea de que alguien a quien consideramos vago deje de ser un vago a nuestros ojos

Esto también puede suceder al revés, pudiendo dotar de especial carga positiva mensajes que no tenían esa carga al ser emitidos.

Por lo tanto, sería muy interesante que en ciertas ocasiones, hiciéramos el ejercicio de analizáramos lo que está sucediendo, pero eliminando nuestra predisposición sobre la persona que está interviniendo la comunicación. No digo con esto que se deba hacer siempre, porque entonces estaríamos siempre hablando con desconocidos. Conocer al emisor es crucial para poder interpretarlo correctamente, pero de vez en cuando es apropiado hacer el ejercicio de aislar al emisor del mensaje, o lo que es lo mismo, ser objetivos. Ver las situaciones y las conversaciones desde fuera, con otros ojos. Analizar lo que está sucediendo cómo si lo viéramos desde fuera del bosque.

En esta tarea el coach desempeña una labor importante, ya que ayuda a la persona a identificar toda la carga subjetiva de su narración y ayuda a encontrar distintas interpretaciones para los mismos hechos, permitiendo a la persona ampliar la capacidad de entendimiento sobre situaciones y relaciones que le está resultando complicado gestionar. Es parte relevante del proceso de encontrar nuevas opciones.

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