Una vez escuché a alguien decir que los objetivos se logran o no se logran, no existen puntos medios.

Esto es algo con lo que no estoy de acuerdo, aunque imagino que depende de las circunstancias. Puede ser una afirmación acertada cuando estamos hablando de metas específicas y medibles, pero esas metas suelen tener detrás una intención más profunda que, en el caso de ser satisfecha, dejarían sin efecto la necesidad inicial.

Tenemos un ejemplo muy sencillo (aunque no me gusta demasiado) con la meta de encontrar un mejor trabajo. Si una persona quiere ganar más dinero (o necesita ganar más dinero) es posible que se centre en encontrar un nuevo trabajo. Pero si le toca la lotería ya no lo necesitará. Porque su meta no era el trabajo, era el dinero, y el trabajo era un medio.

La visión del todo o nada es más limitada que la idea de averiguar las intenciones tras el objetivo y buscar alternativas para cada una.

Muchas veces nos sucede que queremos conseguir algo y elegimos la forma de hacerlo hasta el punto que luego confundimos las prioridades.

Recuerdo el ejemplo de aquellos dibujos animados en los que un personaje exageradamente absurdo quería conseguir unos caramelos que estaban en la parte alta de unas escaleras mecánicas que no conseguía subir. Se empeñó tanto en subir las escaleras que olvidó que lo que quería realmente eran los caramelos.

Cuando las personas pensamos que algo se consigue o no se consigue y que el resultado es blanco o negro, estamos dejando de lado una amplia gama de tonos de colores.

Cuando una persona se pone en marcha es porque quiere mejorar una situación o alcanzar un estado. Para conseguirlo, se fija la meta que debe alcanzar y que piensa que le proporcionará ese estado.

Así podemos encontrar a personas que quieren tener dinero para conseguir la seguridad necesaria en sus vidas y luego olvidan que lo que buscaban era la seguridad y no el dinero.

Cuando una meta parece inalcanzable, siempre podemos analizar para qué la queríamos y ver la forma de alcanzar ese estado de otra forma.

Estoy hablando de “estado” porque entiendo que (casi) todas las acciones están dirigidas a alcanzar un estado interior. Y ese estado interior deseado es posible que pueda satisfacerse total o parcialmente por otros medios.

Manteniendo los ejemplos del mundo laboral, hay quien siente que necesita cambiar de trabajo porque necesita sentirse útil. Cuando determinar que eso pondría en peligro su estabilidad económica, decide no hacerlo y concluye que su meta es imposible. Tal vez no se haya parado a pensar que ese sentimiento lo podría conseguir sin poner en riesgo su futuro profesional.

La clave está en saber para qué quieres lo que quieres. Muchas veces existen más opciones de las que vemos, sobre todo si nos fijamos sólo en la meta tangible que queremos alcanzar y que hemos elegido como forma de satisfacer una necesidad.

Cuando voy a la ferretería a por una herramienta, el dependiente me pregunta “¿Para qué lo quieres?”. Él no es coach, pero sabe que lo importante es el para qué, la herramienta es un medio. Por eso, la primera pregunta de un coach es “¿Qué quieres?” y la segunda suele ser “¿Para qué lo quieres?”

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