Observando a las personas y más en concreto su forma de comunicarse, he llegado a la conclusión de que no sabemos comunicarnos y, sobre todo, no sabemos dialogar o al menos no lo hacemos. Por lo que veo a mi alrededor, la comunicación es casi siembre en un único sentido aunque haya dos personas hablando. Creo que las personas tienen más interés en decir que en escuchar y esto provoca grandísimos problemas.

Creo que esto se debe a que las personas no quieren cambiar sus opiniones, en esencia no están dispuestas a cambiar sus creencias más profundas. Nos cuesta permitir la posibilidad de que aquello en lo que creemos firmemente pueda estar equivocado. Y esto afecta al diálogo con otras personas y al diálogo con nosotros mismos. No escuchamos a los demás y no nos escuchamos a nosotros por miedo a que el otro (o nosotros) nos descubra algo que nos haga cambiar de idea.

Creo que las personas nos aferramos a nuestras certezas como si nos definieran y si descubrimos que no son ciertas o que admiten matices, entonces estamos negando nuestra esencia. Cambiar una creencia básica sería como destruirnos. Sin embargo, esto es una contradicción porque si cambiamos nuestra forma de entender lo que nos rodea se supone que lo hacemos para mejorar, porque hemos percibido algo que antes no habíamos visto, por lo tanto estamos mejorando. Estamos transformándonos para mejor. Y aun así nos da miedo. Es como si cambiar de opinión significara desaparecer, como si asesináramos a lo que éramos.

El gran problema en este proceso es la transición. Cambiar una opinión puede requerir unos instantes de duda, unos momentos durante los cuales nos planteamos que igual no teníamos razón, que puede que estuviéramos equivocados. Durante ese momento dudamos de nuestras bases, dudamos de nosotros y si lo que he comentado antes es cierto, en cierta forma estamos dudando de nuestra existencia. ¿Qué sucede en ese preciso instante en que dudamos? Cuando aún no hemos aceptado la nueva visión pero estamos poniendo en tela de juicio la actual.

Es como cuando te despiertas en un sitio que no recuerdas, como la primera noche de vacaciones. Abres un ojo pensando que estás en casa y ves muebles nuevos, entonces, antes de recordar y saber dónde estás viene la duda. Ese instante en el que piensas que igual no estás en casa. Y si es así ¿Dónde estás? ¿Qué más es erróneo? ¿Qué es real? Afortunadamente esa sensación es breve.

Para que el proceso de coaching funcione es absolutamente imprescindible que la persona esté dispuesta a cambiar. Esto se consigue por medio de la duda y la observación. La persona debe además estar dispuesta a pasar por unos instantes de incertidumbre antes de aceptar nuevos puntos de vista y crear una nueva opinión.

Coaching Realista es abrirse a la conversación y mirar donde el coach mira por curiosidad, para ver lo que antes no se había visto, dejar abierta la posibilidad de cambiar las creencias, permitir un desarrollo (un cambio a mejor). Cumplir las metas y evolucionar.

Si tienes una meta y sabes que puedes conseguirla aunque te sorprende lo complicado que está resultando, esa es una meta apropiada para el Coaching Realista.

Déjate transformar por ti misma/o por medio de una conversación poderosa y desbloquea tus recursos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *