A veces confundimos la importancia alterada con la importancia real.

Quiero decir que podemos añadir importancia artificial a lo que no es relevante y quitársela a lo que sí nos afecta.

Existen ejemplos sencillos e incluso relativamente aceptados por todos, como la importancia por lo material frente a lo personal o humano. Cosas como “lo importante es trabajar a gusto” o “dedicarte a lo que te guste” frente al dinero o la carrera profesional son verdades que pueden estar más o menos asumidas y que muchas personas se plantean.

La cuestión se complica cuando las cosas no son tan evidentes.

Si es obvio que para alguien lo importante es la familia, y trabaja por ellos, pero incumple una y otra vez sus compromisos familiares, tal vez la cosa no sea tan evidente. ¿Puede que el interés por la familia no sea real? O puede que sí lo sea, pero no de la forma en que lo está intentando satisfacer. O puede que esté en una situación de la que no sepa salir y deba aceptarla temporalmente, dejar de luchar contra los elementos y asumir que va a tener que centrarse en el trabajo a corto plazo para ayudar a la familia a medio, sin remordimientos.

Esto último desbarataría un tercio de las películas de Hollywood, así que no voy a ahondar en ello, por el bien de la economía mundial.

Volviendo al mundo real, es posible que en algún momento queramos mejorar una relación de amistad y como pensamos que la amistad es muy importante en nuestra vida, nos centremos en esa relación. Ese es un gran reto, muy loable Y nos sentiremos bien haciendo ciertos sacrificios para conseguirlo, porque la amistad es importante para todos. ¿Qué hay más legítimo que sacrificarse por el gran valor de la amistad?

Pero ¿Es posible que dediquemos demasiada energía a recuperar una relación concreta? ¿Se debe hacer a cualquier precio? Si lo intentamos una y otra vez sin éxito o si tenemos éxito pero no nos satisface o la volvemos a perder una y otra vez ¿Estaremos haciendo lo correcto?

En ese caso, tal vez estamos alterando la importancia real para nosotros de esa relación. Puede que estemos proyectando el valor de la amistad en exceso sobre una relación que está condenada a no funcionar.

El caso es que hay veces que le damos más importancia a algunas cosas de las que realmente tienen. A veces aplicamos la importancia “social” a las acciones personales. A veces, las cosas que “deben ser importantes”, no lo son para el individuo y esto no tiene por qué ser malo.

Tal vez conozca el caso de Luis, que quería arreglar una barbacoa rota. Era de gas y ya no funcionaba bien. La miró un rato, intentó limpiar los conductos pero no lo consiguió, así que lo dejó. Total, sólo era una barbacoa vieja. Estuvo mucho tiempo buscando otra nueva y ninguna le gustaba. Entre visita y visita a la tienda, intentó arreglar la barbacoa, pero con poco interés, porque no era demasiado importante. Hasta que se frustró y se dio cuenta de que estaba bloqueado por algo.

En este caso, es posible que Luis acabara aceptando que arreglar esa barbacoa era realmente importante. Por el motivo que fuera, para él era como un símbolo y quería arreglarla. Cuando dimensionó correctamente la importancia que para él tenía arreglar la barbacoa, todo fue más sencillo. Incluso puede que no le importara pedir una prestada mientras seguía buscando la forma de arreglar la vieja.

Las personas tenemos una curiosa habilidad para alterar la importancia de las cosas y luego olvidarnos de ello. Cuando sucede esto, pueden aparecer extraños conflictos inexplicables. Tareas que no conseguimos realizar. Decisiones imposibles de tomar. Sentimientos de insatisfacción en situaciones inicialmente deseadas. Dificultad para alcanzar cierto rendimiento profesional.

Y esta alteración podría referirse tanto al “qué” queremos como al “cómo” lo estamos intentando conseguir.

Hay veces en que parece que la meta está mal identificada, que dudamos de si realmente queremos conseguir aquello por lo que estamos luchando, cuando lo que realmente sucede es que no estamos de acuerdo con el “cómo”.

No es que lo sepa seguro, pero es posible que Luis (el de la barbacoa), además fuera jefe de un equipo y no estuviera consiguiendo los resultados que quisiera. Es posible que haciendo las cosas bien, él no se sintiera a gusto y no consiguiera sus objetivos. Por un momento pensó (hipotéticamente hablando, claro) que eran todos unos zoquetes. Luego, tras un ejercicio de análisis objetivo, se atrevió a imaginar la posibilidad de que él realmente no quería aquello. Y tal vez, sólo tal vez, llegara a la conclusión de que la manera en que lo estaba haciendo no era la correcta para su forma de ser, lo que se podrían llamar “sus valores”. Si Luis fuera una persona real, es posible que dejándose escuchar a sí mismo, hubiera llegado a la conclusión de que él quería alcanzar los objetivos, pero no “a pesar” del equipo. Tal vez estaba más a gusto siendo persona con ellos y menos jefe. Aunque estaba convencido de que lo correcto era lo contrario, cuando su corazón habló, le dijo que aquellas personas eran personas y él era persona y su yo auténtico quería trabajar con personas, no con recursos humanos.

El “qué” era correcto, pero no el “cómo”. Entendiendo por correcto aquello que lo es para la persona.

Unas pocas conversaciones sinceras, con espacio para la especulación sin miedo, permiten cuestionarse las motivaciones, los objetivos y los métodos. En general, permite alinear lo que se quiere con lo que se hace.

Una buena conversación bien gestionada ayuda a aclarar las prioridades auténticas sin requerir el consejo exterior. Porque la respuesta de otro es la solución al problema de otro y la respuesta propia es LA respuesta.

Todo esto es parte del proceso de Coaching Realista Centrado en la Persona. Escucharse a uno mismo en el contexto en el que uno mismo puede expresarse de verdad. Es una pena que esto no suela suceder tomando un café con un amigo, pero es así. Ya explicaré en otro artículo qué hace que una conversación con un amigo no nos ofrezca el campo necesario para desarrollar una conversación de estas características.

2 comentarios

  1. Excelente artícluo del Sr. Carlos Meler. Pude darme una idea del camino que debo de tomar para discernir entre mi importancia alterada con la verdadera. Es un buen consejo que en verdad vale la pena poner en ´practica para un mejor desarrollo presonal y laboral.

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