Un proceso de coaching puede ser contratado por una persona, por una empresa para su empleado o por un adulto para un menor.
En el primer caso (coaching personal), el tema de conversación puede ser una inquietud concreta o abstracta. El coach te ayudará a transformarlo en algo específico sobre lo que poder trabajar de forma realista, basándose en tus intereses y pensando en mejorar de verdad tu situación.
Algo que te inquieta, una cosa que ha sucedido y que querrías haber hecho de otra forma, una relación que quieres mejorar, una sensación desagradable, una meta, un sueño, una duda.
Es muy habitual que el principio de un proceso de coaching se utilice para concretar el destino del mismo.
En el segundo caso (coaching ejecutivo o profesional) la empresa marca las grandes líneas, pero el proceso es para la persona, por lo que se producirá una integración de metas entre las corporativas y las personales.
En el caso de menores, la persona puede conocer las inquietudes del adulto que promueve el coaching, pero es él quien decide en última instancia los temas, como en cualquier otro proceso de coaching personal.