En el proceso de conversación existen, al menos, cuatro actores. Está el que habla, el que recibe el mensaje y están sus respectivos inconscientes. Es decir, el consciente y el inconsciente de ambos interlocutores.

Lo que voy a explicar ahora requiere aceptar que en toda acción hay una parte que conocemos y controlamos y otra que está dentro de nosotros y que no elegimos. Asumir esto es importante para poder comprender el resto de lo que aquí escribo.

He cuidado el detalle de no hablar de “sub”-consciente porque esto no es un tratado de psicología. Desde mi experiencia y como observador sólo puedo asegurar que existe una parte que controlamos y otra que no (y que, curiosamente nos controla, pero eso es otra historia).

Creo que esta idea es reconocida por todos desde el mismo momento en que observamos que nos gusta un deporte sí y otro no sin saber exactamente por qué. O que nos gusta una persona que a otros disgusta o viceversa. Que tenemos aficiones, gustos,fobias, miedos, emociones, sentimientos. Todo eso no lo controlamos pero influye en nuestro comportamiento y esto también afecta al lenguaje. La cuestión es ¿Cuánto estamos dispuestos a admitir que nos afecta?

Al hablar y al entender, hay una parte inconsciente que puede influir en mayor o menor medida y escuchando lo que nosotros mismos decimos podemos averiguar y modificar parte de esa influencia, lo que nos proporciona más control sobre la comunicación y una interesante información sobre nosotros mismos.

Al comunicarnos, dejamos salir información sobre nosotros, nuestros valores,nuestras certezas. Nuestra expresión y la forma que tenemos de interactuar con el mundo se ve afectada por todo lo que somos y pensamos, por lo tanto podremos aprender de nosotros mismos y sobre nosotros mismos observando ese comportamiento.

Parte de esa información es “¿Para qué estoy diciendo esto?”

Si nos cruzamos con alguien en el pasillo de la oficina y lanzamos un “Hola” sin cambiar el paso, estamos diciendo que no necesitamos nada. Si hay una pequeña reducción de la forma de andar, una mirada más o menos sostenida, una forma distinta de saludar… tal vez estemos dejando ver que necesitamos algo más.

Una sonrisa que se escapa o se deja ver puede implicar que tenemos un especial aprecio hacia esa persona. Retirar la mirada nada más saludar o justo antes de hacerlo puede significar que no queremos mucho contacto.

Pero no es tan sencillo porque ¿Para qué no queremos ese contacto? Puede ser que nos sintamos culpables por algo que sabemos que el otro no sabe, o sentimos lástima por algo que le ha pasado, o no nos cae bien.

Un experto podría analizar todo esto y determinar que en el primer caso, el “Hola” habría sido más bajo de tono, en el segundo alargaría más las palabras y el tercero habría sido más corto y monótono. (Tal vez).

Todo esto aparece también en una conversación. La forma en que una persona habla o describe ciertas situaciones nos ayuda a saber qué opina en su interior sobre eso que está contando (sea o no consciente de ello)

El coach, en este caso, muestra a la persona lo que está viendo: el tono, la mirada, el ritmo… para que la persona decida qué significa. Si el coach tiene una opinión distinta la puede compartir por si le sirve al cliente, pero sin pensar que es necesariamente cierta. Sólo la deja ahí, para que la persona la use si quiere (en la sesión o después).

Estas señales, que aparecen al vivir una experiencia o al revivirla, son especialmente útiles en el coaching de equipos o en el “shadow-coaching”. En ambos casos, el coach está presente en el momento y le da información para comprender la relación entre estas dos personas.

Para quien tiene más de un hijo, puede quererlos por igual,pero no siente lo mismo por ambos. La respuesta inconsciente ante uno es distinta que ante otro en ciertos momentos.

Esto es lo mismo cuando trabajamos con dos personas a quien respetamos y valoramos igual. Rara vez estaremos procesando del mismo modo las situaciones.

La aportación del coach funciona más o menos así:

1) El coach detecta una reacción diferente ante una situación equivalente.

Esto puede ser un cambio en la forma de expresar una situación en una sesión privada o una corporalidad distinta en una reunión.

Hablar de alguien en un tono y usar otro al referirnos a otra persona, etc.

2) El coach se lo comenta a la persona.

Puede no ser en ese momento, o puede que decida que no es importante (por estar tratando otros temas más relevantes o estar fuera del objetivo fijado por el cliente) y lo deje pasar.

3) Juntos deciden si esto es importante o no.

Puede ser que el cliente ya fuera consciente de esto e indistintamente ser importante o no.

Puede haber sido una percepción errónea.

O que sea un descubrimiento digno de investigar.

4) Conclusiones

Las conclusiones son desconocidas. Pueden ser importantes o no. Puede que en ese momento no sea relevante y semanas después sí…

Una conversación de coaching se sabe cómo empieza, pero no cómo acaba y las percepciones sobre lo que una persona deja ver cuando no sabe que lo está haciendo, son caminos nuevos para explorar acompañado del coach.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *