En el mundo del coaching se habla mucho del concepto de creencia. Es una especie de bestia negra que hay que localizar y destruir. Uno de los trabajos más importantes del coach es el de ser capaz de detectar estas creencias en una simple conversación y ayudar a la persona a cuestionárselas.

Se podría decir que una creencia es algo que piensas que es tan cierto que no te lo cuestionas en ningún nivel.

Llegados a este punto, me permito el lujo de cambiarle el nombre y llamarlas “Certezas”. Me siento más cómodo con esta expresión porque no tiene tanta similitud con el concepto de creencia religiosa y es más fácil evitar la confusión inconsciente.

Las certezas (o creencias) que el coach intenta identificar son las que aparecen de forma transparente, como si no estuvieran. Aquellas que están implícitas en un discurso y que quien las tiene adquiridas y las aplica, no las conoce. Son estas las certezas que limitan, porque son un enemigo invisible que ni se ve ni se sabe que existe, por lo tanto no se puede combatir.

Las certezas aparecen en frases constantemente. Las tenemos presentes en todo lo que hacemos. Hay certezas implícitas en frases como

 “Se me ocurrió mirar el correo al llegar a casa y había un comentario de mi jefe, así que tuve que trabajar hasta la madrugada.”

 

“Tal y como soy, nadie va a querer estar conmigo.”

 

Algunas de estas certezas son necesarias, otras son limitantes y muchas son correctas. El coach las extrae y las presenta para que la persona investigue si son ciertas y/o si tienen otra forma de verse, aun manteniendo su veracidad.

Este es un punto donde se diferencia el coaching Centrado en la Persona de otros métodos. En este modelo, el coach NO DECIDE si es cierto o no. El coach no dirige la conversación para que la persona llegue a la conclusión de que la certeza es falsa. Cuando el proceso está centrado en la persona, es la persona la que decide y el coach lo ayuda a descubrirlo porque el coach está observando desde un lugar que le permite comprender la situación sin dar por válido el argumento. Se lo cuestiona todo y ayuda a la persona a cuestionárselo para cambiar de punto de vista o salir más reforzado.

En un proceso Centrado en la Persona, la persona decide si se quiere quedar con esa certeza.

Si volvemos a los dos primeros ejemplos, el coach puede identificar algunas certezas potenciales. Sólo es una frase, y esto es un ejercicio teórico, pero nos servirá para hacernos una idea de qué se plantea el coach cuando escucha algo así como:

Al escuchar: “Se me ocurrió mirar el correo al llegar a casa y había un comentario de mi jefe, así que tuve que trabajar hasta la madrugada.”

Es posible que detrás estén certezas como:

Debo mirar el correo al llegar a casa. Si no lo hago, me sentiré mal.

Mi jefe espera que lo mire.

Si mi jefe me hace un comentario, espera que lo atienda aunque sea tarde.

Ese problema debía ser atendido en ese momento.

Mi responsabilidad es atender en el momento.

La conversación de coaching se rige por un método que hace que estas posibilidades aparezcan y la persona decida si son ciertas o no. El coach ayudará a encontrar los puntos débiles en los argumentos razonados y (esto es muy importante) en los emocionales. Diferenciando lo que “es” de lo que “sientes que es” e identificando lo que te hace sentir atenerte o no atenerte a estas certezas. Además de revisar para qué te sirven y cómo se adquirieron y si ahora siguen siendo correctas…bla..bla..bla… eso es una conversación de coaching.

Ese es el mismo proceso que en el caso de la segunda frase, llevaría a cuestionarse otras cosas:

Al escuchar: “Tal y como soy, nadie va a querer estar conmigo.”

El coach se plantea otras posibles certezas:

Me conozco.

Soy como me veo.

Soy como me dicen que soy.

Me comporto igual con todas las personas.

Mi comportamiento define mi ser.

No puedo cambiar mi conducta.

Todo el mundo que conozco desaprueba mi comportamiento.

Nunca he tenido una relación válida.

Quiero tener pareja.

Debo tener pareja.

Tener pareja es un objetivo en la vida.

Cuando el coach escucha una afirmación de la persona, le vienen a la cabeza multitud de posibles certezas y debe elegir una para comenzar a cuestionar. De hecho, el proceso es algo más complejo y la conversación tiene como objetivo identificar las certezas más limitantes y ponerlas sobre la mesa antes de comenzar a cuestionar. Por eso una sesión a veces parece una  conversación sin grandes pretensiones.

El método implica exploraciones de la realidad y la conversación jamás atenderá a un guion o formulario. Aunque sí haya preguntas más o menos habituales que han resultado ser especialmente útiles, sobre todo porque son muy abiertas.

Quiero dejar aquí una pregunta que tiene una relación simpleza/eficacia muy significativa, para que quien quiera pruebe a ver si le resulta útil. Me encantan las cosas que se descubren cuando a alguien le pregunto “¿Debes hacerlo?”. Aunque no haya utilizado la expresión “Debo encontrar pareja” o “Debería mirar siempre el correo”… cuando cuestiono una obligación no explicitada, muchas veces es la persona quien responde como si la hubiera dicho. Esto es parte de lo que diferencia el hecho de que el proceso está CENTRADO EN LA PERSONA, porque no es el coach quien decide, es la persona quien interpreta y busca inconscientemente dónde está la obligación principal detrás de la afirmación que ha hecho.

Espero que este regalo te sea útil. Úsalo, no se gasta.

Te dejo con la pregunta:

¿Debes hacer lo que tienes que hacer?

 

 

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