Tras la final de la Liga de Campeones (antes «Copa de Europa») entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid, estoy leyendo comentarios sobre robo, tongo, fraude, merecimiento, remontada, heroicidad, gran partido, frustración, alegría, desesperación… y unos pocos más.

Sé de personas que lo van a pasar muy mal por lo sucedido y que van a sufrir una gran sensación de injusticia hacia ellos, mientras imagino a otros pensando que son merecedores de un reconocimiento parecido al de los héroes que han arriesgado sus vidas por grandes valores humanos.

No olvidemos que el fútbol funciona más o menos así:

Si estás viviendo en un entorno adecuado para que se dé la situación, es decir, donde hay afición al fútbol…. en algún momento (generalmente cuando no tienes criterio) sientes afinidad por un equipo (generalmente debido al entorno social y familiar). Con la edad y según suceda a tu alrededor, esta afición puede ir a más o menos.

Algo que no ha sido, mayormente, una influencia del entorno, a veces acaba siendo una directriz de vida.

A veces algunas personas consideran enemigos a los seguidores de otros equipos que han seguido (o sufrido) su mismo proceso de selección de afinidad por infección.

Y, como por arte de magia, quien ha crecido en un barrio y en una familia concretos, ve cosas diferentes que otra persona que ha crecido en otro lugar y ha sido influenciado de otra forma. Aunque ambos estén en el mismo sofá viendo la misma televisión y oyendo los mismos comentarios. fan

¿Esto es fútbol? No, esto es el ser humano que toma la influencia del entorno y la hace suya, como si hubiera sido una elección propia. Convierte lo aprendido en dogma y generaliza sobre ejemplos finitos.

Las personas tenemos la habilidad de delegar en otros nuestra felicidad o desdicha. Podemos amar a otros más que a nosotros mismos, lo que viene muy bien para defender a la especie, pero también pasamos la línea de lo útil y cedemos la capacidad de generar bienestar en personas y eventos que están fuera de nuestro control.

Ayer mismo asistí a discusiones sobre quién debía ganar y a quién se debía apoyar, como si el posicionarse de uno u otro lado fuera a inclinar la balanza. Hemos distorsionado la realidad hasta el punto de creer, en alguna parte de nosotros, que el hecho de querer que suceda una cosa nos convierte en influyentes, pero es totalmente falso.

No tenemos nada que ver en lo que suceda y, sin embargo, muchos se consideran parte activa. Si uno se siente a si mismo actor protagonista de lo que suceda, es normal que también considere a quien tiene al lado igualmente influyente. Si este es del otro equipo, pasa a ser su contrario, no sólo en intención, sino de facto, lo que a veces puede terminar en sentimientos de enemistad auténtica.

Dejando de lado el análisis de los fanatismos extremos, me quedo con algo más moderado. ¿Cómo podemos aprovechar esta tendencia de sentir como propio lo que realmente nos es ajeno? Tal vez disfrutando de lo bueno y poniendo lo malo en un lugar apropiado.

Caminando por la vida puedes encontrarte cosas que te alegran y otras que te entristecen. Me parece muy sensato quedarnos con lo que nos alegra, sea cual sea su origen y dejar atrás lo que nos entristece, cuando no sea realmente nuestro.

Animo por tanto a unos a disfrutar sanamente de la victoria, que para alegrarse no hacen falta excusas. A los otros los animo a recordar qué es lo realmente importante y determinante en sus vidas. Además, en este caso, tienen mucho que celebrar.

Como muchas veces he dicho en las sesiones de coaching a mis clientes, recuerda:
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Y en lo que se refiere a mí:

[Tweet «Como aficionado al fútbol, intento disfrutar de las victorias y dejar en su lugar las derrotas.»]

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Gracias por compartir en las redes sociales y por comentar. Me ayuda a dar más visibilidad a mi trabajo.

animateacomentar

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3 comentarios

  1. Mil gracias por la reflexión sobre el futbol y su influencia en nuestras vidas, desde el punto de vista emocional hay además otros muchos aspectos que merecen la pena observarse. Uno podría ser la descarga de la furia y la frustración colectivas en el árbitro, que parece un chivo expiatorio de todo lo que no somos capaces de gritar en otros sitios. También hay una especie de éxito vicario que hace identificarse con el éxito del equipo, éxito en el que no se participa, salvo animando. Los equipos subrayan esta participación porque realmente se establece una relación entre equipo-entrenador-seguidores que es la que realmente funciona en la creación de la relación emocional.
    Dejo aquí el comentario que no tengo muy reflexionado, pero que me parece muy importante dado el peso que el futbol ha adquirido en la vida social y al que tu entrada me ha llevado

    1. Gracias, Antonio, por tu comentario.

      Creo que coincidimos en que la pasión por el fútbol (y otras aficiones) puede resultar hasta terapéutica, pero muchas personas se quedan también con la incidencia negativa en la persona y eso ya no es tan útil.

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